lunes, 28 de julio de 2014

"La única forma de descubrir el vuelo es viviéndolo."


Así sucede que son muchas personas las que viajan en avión, pero muy pocas las que saben lo que es volar. 



Un pasajero espera en la terminal aérea, ve los aviones a través de un cristal de varios metros cuadrados, desde un cubículo con aire acondicionado y música suave. En el exterior, el ruido de un motor es solo un murmullo suave, amortiguado, un simple telón de fondo para la música. En algunas terminales, la realidad es casi servida a los pasajeros en fuentes de plata, ya que sus ropas pueden ser batidas por las mismas ráfagas de aire de los motores y las hélices, las mismas y sagradas ráfagas que batieron las casacas de los grandes hombres del aire en antaño. Y el avión esta allí, inmenso, sobre sus cabezas, ese avión que ha volado muchas horas y que seguirá volando muchas más antes de ser reemplazado por uno más moderno. Aun así, son tantas las veces que esta ráfaga de aire que choca con nuestra vestimenta, constituye solo una molestia; y los grandes aviones pasan casi inadvertidos para esos pasajeros, cuya única preocupación es encontrar rápidamente su puerta de embarque, salir del autobús lo más rápido posible para subir la escalerilla y refugiarse en el interior climatizado del avión, escapando incluso del viento. Y el avión que tiene tanto que ofrecer a aquellos que se toman la molestia de observar, ¿pasa también desapercibido? La curvatura de su ala que ha cambiado la historia y la trayectoria de la humanidad ¿Pasa sin ser tomada en cuenta?



Vaya, quien lo diría. No pasa desapercibido. Allí, en medio del viento con las manos en los bolsillos, con su chaleco fluorescente, caminando y observando cada detalle esta quizás quien más aprecie todo esto, sin prestar atención a los pasajeros, estudia atentamente el avión. Supervisa que no existan filtraciones en las mangueras del sistema hidráulico, que todo esté en orden y limpio en las enormes cámaras del tren de aterrizaje en los planos. Las propias ruedas y los neumáticos, todo parece estar bien. Camina alrededor del avión, observándolo, gozando de él con una sonrisa en los labios.


El cuadro esta completo. Los pasajeros se acomodan en sus blandos asientos y, muy pronto emprenderán el vuelo en una maquina que muchos ni comprendieron ni intentaron comprender. El primer oficial y el capitán lo comprenden, y quizás el que más lo comprende es ese extraño sentado ahora en el tercer  asiento de la cabina, les importa la nave y cuidan de ella. Así nadie queda olvidado; el avión se siente feliz, la tripulación de vuelo y los pasajeros se encuentran listos para partir.

Sin embargo, aun así, el avión está dividido en dos partes. En la cabina de pasajeros surge siempre entre alguien un temor irracional, una posible sensación de que este podría ser el último viaje, consciente de los accidentes anunciados en los periódicos e internet; se siente una cierta tensión en ese reducido espacio donde habitan temporalmente 110 almas, que va aumentando cuando avanza el acelerador y todos esperan que el viaje llegue a feliz término, antes que las páginas web anuncien la próxima catástrofe. Unos pasos adelante entramos en la cabina de la tripulación de vuelo, el capitán está sentado a la izquierda, el primer oficial a la derecha, y un poco atrás donde hace algunos años debería haber estado el ingeniero de vuelo, sustituido por modernas computadoras que realizan su labor en cuestiones de segundos, sentado en un asiento generalmente ocupado por un instructor, un extraño, no es común que el este allí, pero quizás sea quien más lo disfruta; al frente de todos, numerosos instrumentos, pantallas, botones e indicadores. Todo ocurre de manera tranquila y rutinaria, porque se ha vivido una y otra vez, lo aceleradores avanzan bajo una misma mano, las revisiones y comprobaciones de los instrumentos del motor y de la velocidad que se incrementa suavemente, una mano que estaba apoyada en el control de dirección de la rueda delantera cambia de posición, hacia la columna de control, en los momentos en que los controles de vuelo entren en acción poco antes del despegue, se escucha la voz del primer oficial al leer el indicador de velocidad: “V-UNO”. Es una clave, que significa: “capitán, estamos obligados a emprender el vuelo; ya no hay posibilidad de detener el avión sin vernos obligados a salirnos de la pista”.



“V-ERRE” y bajo la mano del capitán, el bastón de mando retrocede ligeramente… “ROTACION” y la rueda delantera despega del suelo. Una breve pausa, las ruedas principales quedan en libertad y el avión esta en el aire. La mano del primer oficial se adelanta hacia el conmutador rotulado “Landing Gear”, deslizándolo hacia arriba hasta la posición “UP”, y se escucha un roce áspero desde las profundidades de la nave, cuando las enormes ruedas, girando todavía, ingresan aparatosamente en sus recamaras.




“V-DOS”… cuyo significado es: “A esta velocidad, si perdemos un motor, podemos seguir ascendiendo”. El despegue queda señalado por anotaciones que indican lo que podemos hacer si en estos momentos perdemos un motor. Para la tripulación, el despegue es el comienzo de una etapa interesante, donde habrá muchos pequeños problemas que resolver. Son problemas reales, pero no difíciles. Son ese tipo de problemas que la tripulación soluciona cada hora, en todos los vuelos. ¿Cuál es la hora estimada de llegada a la próxima intersección?, ¿Cuál es el informe del tiempo para esta zona? Sintonizar por la radio el próximo centro de contacto para indicar posición, corregir la radio de navegación 2 que debería estar en 117.50 megaciclos, Mantenga el rumbo de 236 grados durante un tiempo, luego agrega tres grados y estabilice en 239, para efectuar las correcciones de acuerdo a los vientos… esas pequeñas cosas.

Los problemas son pequeños, conocidos y amistosos. ¡De vez en cuando surge un problema mayor!, pero eso es parte de la diversión y así el vuelo se transforma en un modo de vivir agradable y renovado. Si la puerta que separa la cabina de vuelo de la cabina de pasajeros no fuese tan efectiva separando este avión, la confianza, el interés y lo maravilloso de volar podrían filtrarse y acabar con el temor, la tensión y la apatia que podrían existir allá atrás.



 Cuando estas allí, no puedes evitar maravillarte por lo que ves, blancas nubes como algodón de azúcar, tan enormes que abarcan cientos y cientos de kilómetros, no puedo evitar pensar que el paraíso seguramente debe verse similar a esto, de vez en cuando el “colchón de nubes” nos deja un agujero por donde observar de dónde venimos, casi como recordándonos, que estamos aquí solo prestados, no es nuestro hogar, y que tarde o temprano debemos volver. Viendo la inmensidad de esas montañas, lo perfecto de ese azul cielo, y el reflejo destellante del sol sobre los cuerpos de agua no puedo evitar pensar que en realidad muchos son ilusos al creerse libres. Nos sentimos libres porque nuestras jaulas de concreto y metal son de grandes proporciones… JÁ, grandes proporciones… si solo tuviesen un segundo para admirar todo el espacio libre alrededor nos daríamos cuenta que nuestro espacio seguro, nuestro hogar, no es más que una pequeña estampilla en la inmensidad de nuestro hermoso planeta azul. Muchos vuelan a diario pero ¿Habrán llegado a la misma conclusión que yo? ¿Se darán cuenta de las cosas que me doy cuenta yo?... La aviación es la más tangible muestra de lo sublime y lo increíble, de eso ya no hay duda.




Por mi parte lo único que me perturba es no ser yo quien esté detrás de esos mandos, me siento como incompleto, incluso algo incomodo. Tan cerca pero a la vez tan lejos. Es curioso pero incluso los pilotos de aerolíneas, cuando vuelan como pasajeros, o de infiltrados como yo, sienten la misma sensación, inclusive, hasta un poco de nerviosismo. Cada piloto se sentiría mejor si fuese él quien estuviese tras los controles y no sentado frente a una puerta que no admite replicas, como si no existiera nadie allá adelante que manejase el avión. Para los pilotos que vuelan como pasajeros, desaparece toda la diversión. Se transforman en desconfiados y hasta temerosos hasta cierto punto. Siempre subsistirá esa criatura interior que critica la forma de pilotar una aeronave. No importa que asiento ocupes, si el ultimo de esos 110 asientos o el que está justo detrás de los pilotos en la cabina, cualquiera que tenga ese ímpetu y el amor por esto como nosotros, voceara silenciosamente durante el aterrizaje ordenes inaudibles al piloto:  “Ahora no!”… “te pasaste!”… “Vira ahora!!! Ahora”… “Baja el tren”… “Eso es”…”Vas demasiado bajo”… “sube un pelo” … “esoooo justo allí”. Las ruedas toman contacto con el pavimento con un golpe seco y sordo, y sonreír y pensar “Esta bien, pero yo podría hacerlo con mas suavidad”


 Caminar por la plataforma, alejándote del avión tras de ti, detenerte un instante para volverlo a verlo, mirar al cielo y recordar que estuve allí, acto seguido parafrasear en la mente  a Leonardo Da Vinci… he probado el cielo, sin duda he estado allí, y allí es a donde ¡deseo volver!


Escrito por:
Daniel Flores (“Truco”)
Presidente de Aviamil
@TrucoAv



No hay comentarios. :

Publicar un comentario